Pues parte del sonido del grupo, se debe a esta vieja guitarra de principios de lo '80, que un buen día hace más de 15 años, llegó a mis manos de una manera insospechada.
Durante 1995, mientras cumplía aquello de la prestación social sustitutoria(lo de las armas nunca me gustó), un conocido y aficionado a la música folk y al violín, me habló de una guitarra eléctrica que poseía y que le habían regalado con el mástil roto, hacía algunos años. Una guitarra que jamás había salido del desván de su casa, y nunca había utilizado, ya que le gustaba el folk más acústico y aquel engendro japones hacía un ruido del demonio.
Al enterarse que yo empezaba a interesarme por aprender a tocar la guitarra, me la ofreció.
Que no se me olvide que me dijo que había pertenecido a un guitarrista de Barón Rojo. Cosa que dudo, pero ahí queda el dato.
Mi cara al ver la guitarra al día siguiente tuvo que ser digna de foto-matón. El instrumento que me ofrecían, era con el que había soñado tanto tiempo.
Una Les Paul negra, pesada y retorcida por los años y el rock&roll. Con la pala tronzada, y sin golpeador. Le faltaban un par de potes de volumen, y un montón grande de cariño y reconocimiento. Era como uno de esos ancianos a los que la familia olvida y deja de cuidar. Un estorbo antiguo y desfasado.
Ahora a estas cosas las llaman "Vintage".
Yo sólo tocaba una guitarra española en mi casa con mi hermano sin ninguna pretensión, fijate como ahora!. Además desconocía el proceso para repararla, y no tenía dinero. Así que durante una década, quedó en casa. Guardada y sólo tocada por curiosidad una vez al año.
El año pasado, tras años de ardua tarea para convencer a un par de amigos de montar una banda, se decidieron. Había llegado el momento de reparar la Maya.
Javier Moldes, luthier de As Pontes, hizo el trabajo. Pegó la pala, cambió los afinadores, revisó electrónica y puso a punto la guitarra.
Yo conocía su sonido. Cascado, roto, de mala leche. Con un tono grave, que hacía ver que ya habían pasado los años de la juventud, y que ahora, cada sesión dolía. Cada acorde cuesta y sus ganas de guerra no brotan a la primera. Hay que dejar que se caliente. Pero una vez que se enfada al sacarla de su ganado reposo, marca la pauta de por donde irá transcurriendo la batalla.
Mis compañeros de grupo saben muy bien de su valía. El sonido casi no hay que regularlo. Ampli de válvulas, y la Maya desbocada. Hasta hoy es así. Pero este último año, de regreso al directo, empieza a pasar factura.
Tornillos que pierden su agarre, madera que cede y no deja apretar bien, etc.
El futuro, como guitarra principal, es malo. Un par de luthiers me aconsejan retirarla, o bien hacerle una obra de arte a modo de reparación y conservarla, en buen estado, pero evitando directos.
Jamás le haré eso. Si a de morir, será gritando, que es lo que mejor hace.
El binding amarillento, los arañazos, el óxido y todos los demás signos del paso del tiempo, la hacen como es.
En poco tiempo llegará a casa la joya de la corona. Una Greco EG500, japonesa, de 1981. Comprada por un luthier amigo, para mi, en Tokyo. Revisada y puesta a punto.
Pesada, muy pesada. Maciza. Con Long Tenon, como la Old Black. Por supuesto negra. Le instalaré un Bigsby B7, como el de Neil, e intentaré hacerle un golpeador metálico también. Va a rugir. Espero que me de buenas y largas veladas de sudor rabioso, junto a los Crazyponys.
Venderé la Epiphone koreana, o se la quedará Luis y venderá la suya China.
Así la vieja Maya, pasará a ser mi segunda guitarra. Esa que afinada en Re, descansa escuchando el concierto desde su soporte, en la parte de atrás del escenario. Esperando su momento, sabiéndose vencedora. Cinamon Girl será su entrada, y yo tararearé su letra, hecha especialmente para mi viejo y querido instrumento......
I WANNA LIVE WITH MY OLD GUITAR
I COULD BE HAPPY THE REST OF MY LIFE
WITH MY MAYA GUITAR........
tararara tarararara tararara tarararara
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